Media Guerra (Half a War) - Joe Abercrombie

      

Opinión Personal (Spoiler)

El desenlace

  Toda buena novela suele tener un final inesperado, aún cuando no faltamos aquellos lectores que siempre esperamos que todo termine como en los cuentos de hada. Al menos yo esperaba que los malos recibieran su merecido castigo y los buenos fueran felices por siempre. Al menos había creído obtener eso en los libros anteriores.

  En lo que no me di cuenta es que las personas cambian y aún aquellos que pensamos son dignos de imitar, caen ante su codicia o, en este caso, sed de venganza. Sí, me refiero al Padre Yarvi.
  Cuando Yilling el Radiante le susurra a Skara el nombre del traidor, pensé bastante en quién sería. La Madre Scaer era la más obvia, por lo que no podía ser ella. Pensé en Groom-gil-Gorm, pero sus nobles palabras frente a la pira funeraria del Rey Uthil me hicieron dudar.

-¿Por qué lloráis? -preguntó Skara.
-El paso de un buen enemigo por la Última Puerta es tan triste como el paso de un buen amigo. Uthil fue ambas cosas para mí.


  Al pasar las páginas llegué a pensar que el traidor no existía y era sólo un invento de la abuela Wexen, como el padre Yarvi mismo había afirmado. Pero nunca llegué a imaginar que él sería el traidor.
  En el primer libro, al morir su padre, hizo un juramento que lo condenó de por vida. Un juramento que lo llevó más allá de los límite permitidos y que lo transformó en un monstruo como aquel que lo convirtió en rey de la noche a la mañana, cambiando su vida para siempre.
 Claro que ante los acontecimientos en los que estuvo envuelto, es fácil olvidar que solo se trataba de un joven de apenas unos veinte años. Un joven astuto, valiente, e inteligente, pero inexperto en las lecciones de la vida. Me pregunto si en su lugar, a su edad, habría actuado diferente. Deseo pensar que sí, que la lección dada por Fror a Espina habría sido suficiente para perdonar lo imperdonable y así poder seguir adelante.
  Quiero pensar que, aunque el Padre Yarvi  no sería juzgado por su traición, al menos viviría condenado por el remordimiento de sus hechos.

  Con respecto Skara y Raith, la Reina y el Asesino, era claramente una relación que no tenía futuro posible. Sin embargo me sorprendió mucho cómo ambos se encaminaron hacia sus destinos.
  Raith dejó caer la armadura que llevaba puesta, esa armadura que lo hacía sentir placer en la matanza e indolor en la muerte de otros. Fue un proceso que lo transformó de un servil perro asesino a un hombre capaz de negarse a realizar actos brutales. y también fue presa se sus sinceros sentimientos, aunque no recibiera la retribución que merecía por ellos.
  Por su parte, Skara, la inocente y frágil princesa convertida en una digna y respetada reina, dejó a un lado todo aquello que pudiera interponerse en su papel de soberana. No me agradó en nada que decidiera deshacerse del hijo que esperaba, reconociendo que no sentía ni si quiera remordimiento por ello. Y su frío rechazo hacia Raith, sin explicaciones, sin contemplaciones, me hizo sentir que el camino hacia el trono la había convertido en una mujer frívola y calculadora. Supongo que para ser un buen gobernante debes renunciar a muchas cosas, aunque, en lo personal, hay decisiones que no habría tomado aunque un reino dependiera de ello.
  El destino del rey Uthil no era el deseado pero supongo que tras recorrer un camino tan sinuoso, era el esperado. Claro que perder en un duelo por tropezar con una piedrecita.... pues hubiera preferido algo mas heroico. La reina Luthil sí obtuvo lo que merecía. Una mujer tan inteligente y astuta, merecía mucho más que sólo llevar al cuello la llave de los tesoros del reino. Como reina regente, seguramente llevaría a Gettlandia a una merecida prosperidad.  

La muerte de Brand

  Como en toda guerra, es imposible pedir que no hayan víctimas fatales. Pero cuando los fallecidos son las mejores personas, eso realmente duele.
  Debo reconocer que mis ojos se llenaron de lágrimas cuando leí el párrafo:

 Brand siempre había sido tranquilo y fuerte, sólido como la roca sobre la que se alzaba Thorlby. No podría estar muerto. No podía.

  De todos, era el que menos merecía ese final, pero como ninguno, era el que más probable lo obtendría. Siempre poniendo el bienestar de otros por sobre el propio. Pero es difícil aceptarlo, sobre todo pensando en Espina, quien había logrado encontrar a alguien tan noble que fuera capaz de soportar su incontrolable genio. ¿Qué sería de ella?

  Y sabiendo lo que ahora sé, me pregunto cuánto remordimiento habrá sentido el Padre Yarvi al enterarse de la noticia. Espero que el suficiente.

¿Quiénes eran realmente los elfos? 

 Puede que suene extraña esta pregunta, pues no es mucho lo que se menciona sobre ellos, excepto lo relacionado a sus ruinas y la prohibición de hacer uso de su magia, que habría provocado para ellos un devastador desenlace. Pero si leíste con detenimiento lo relacionado a ellos, estarás de acuerdo con migo en que hay mucho que decir. Si buscas, encontrarás que hay toda una teoría en torno a quiénes eran y, aunque la verdad solo la tiene el autor, yo concuerdo plenamente con ella: los elfos somos nosotros.

 Ya en Medio Mundo se dieron indicios de aquello. Pero en Media Guerra, todo queda claro como el agua.

 La descripción de Strokom no deja dudas. Seguramente son los restos de una gran ciudad que sucumbió ante algún tipo de desastre nuclear, donde no hay ningún tipo de vida.

No había plantas, ni aves, ni 

Para entrar a la destruida ciudad, deben tragar unas alubias que evitarán que mueran. Como solo eran cinco y no alcanzaban para los remeros, estos termina enfermando y algunos muriendo.

Los hombres que habían remado en la travesía del Viento del Sur a Strokom habían enfermado. Tres ya estaban muertos. Parecía que, sin las alubias de Skifr, las ruinas eran tan peligrosas como advertían las historias.

 ¿Efectos de algún tipo de radiación? Muy posible. Tal ves por ello no hay ningún tipo de vida en las ruinas.

No había plantas, ni aves, ni insectos que raptaran. 

  El pequeño grupo sigue a Skifr por lo que parecen ser autopistas, con túneles y pasos sobre nivel.

Siguió a Skifr y a los dos clérigos por caminos negros tan anchos como la plaza del mercado de Thorlby, que se internaban bajo el suelo en cavernosos túneles y se amontonaban unos encima de otros sostenidos por poderosas columnas de piedra, enredados en el ovillo de un gigantesco loco.

 También hay descripciones de altos edificios, de numerosos letreros con letras élficas, e incluso menciona postes con los cables de telefonía y otros.

Había mástiles con la altura de diez hombres, engalanados con madejas de cuerdas que pendían entre los edificios como las telas de unas arañas colosales. Había letras élficas por todas partes, símbolos que hasta embadurnaban en los caminos y rodeaban los postes, y estandartes que se desplegaban orgullosos en cada umbral y ventana rota.

  También pasan junto a una vitrina en cuyo interior Koll ve a una mujer, que resulta ser una posible fotografía publicitaria de un hermoso brazalete que él extrae y luego le daría de regalo a Rin.

Pasaron frente a una ventana rota que aún conservaba esquirlas de cristal en el marco, y Koll vio a una mujer que le sonreía desde el interior.
...
Entonces Koll reparó en que era un retrato, pintado con increíble detalle pero ya manchado y descolorido. Una mujer levantando la muñeca para lucir un brazalete élfico dorado...

 Cuando llegan al edifico de donde obtienen las armas élficas, Skifr simplemente "enciende la luz" y los demás observan los tubos fosforescentes que alumbran desde el techo.

Se oyó un chasquido y al instante la estancia entera se inundó de brillo...
-¿De dónde sale la luz? -preguntó Koll sin levantar la voz. Los tubos que había en el techo resplandecían demasiado para mirarlos, como si alguien hubiera atrapado fragmentos de la Madre sol en frascos.

 Las armas élficas de incomparable poder son rifles o escopetas. Al usarlas emiten un gran ruido, de ellas sale fuego y sueltan luego un cilindro que no es otra cosa que el casquillo vacío tras el disparo, sin contar el daño que provocan en sus víctimas. Por lo demás, se menciona que los disparos son limitados (seguramente limitados por el número de municiones de las que disponen)

  Finalmente, lo que me sorprendió pero me pareció genial fue que el báculo del padre Yarvi resultara ser un arma, tal vez una escopeta. Suena hasta sarcástico que el bastón en que el clérigo se apoyaba, aquel hombre que debía hablar en nombre de La Paz, fuera un artefacto de guerra.

 Pero hay una pregunta para la cual no he encontrado respuesta: ¿Cuál era el nombre de siete letras de la Diosa?

     




¿Ya leíste el libro? ¿Qué opinas de él...

No hay comentarios :

Publicar un comentario